En cada minuto, en cada paso, en cada fallo, he paladeado tu mano, tu corazón, tu palabra grande, fraterna y honesta, con ese amor bello que heredaste.
Muchas son las horas y varios ya los años a tu lado, aprendiendo a caminar, a mirar de cara al sol, arrumando nubes grises para forjar momentos felices.
A medida que los soles y las lunas se consumen, a Dios doy gracias, porque no mordiste el polvo a pesar de los desaires y sigues incolume como la esfinge, atento como el vigía, leal como el amigo y fuerte como el león.
Y es que agradezco sin cansancio porque tus palabras silenciosas, tus finos abrazos, tus sabios procederes han encallado en mi el coraje, el amor y la fe para apetecer una vida sin desdén!
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