viernes, 30 de marzo de 2012

Epílogo


Quizás el frío manto de la muerte en vela quiera abrazarme ahora,
desee cerrar por siempre mis negros ojos y obligarme a partir con ella.
Pero antes que esto suceda, mis gracias debo dar...


... a Dios, por la vida que me ha dado, por las manos otorgadas,
por la mente intranquila y el sentimiento funesto de mi yo.


... a un ser volátil bautizado soledad, por su silenciosa compañía,
por su aire inspirador de tristezas y alegrías, por sus caricias invisibles,
por su inquietante lealtad.


... a la poesía, a la poesía y al desventurado bohemio que le dio forma,
cuerpo y alma. Por ser mi esencia, mi cristal, mi taciturna libertad.


... a las mujeres, a las que me han querido con el calor de sus labios,
a las que he olvidado con el sabor del fracaso. A ellas por las noches de
insomnio eterno, de ocaso perenne, de placer infinito.


... y a otros más, que de manera caprichosa escapan sin misericordia a
los rincones más profundos del momento ya pasado.



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