De mil colores era mi vida, de ilusiones llena estaba,
hasta que llegó el final en una triste alborada.
La noche fue testigo mudo y frío de un sollozar tétrico y dolido.
Esa noche tomé de mi alma los pedazos y en un bolsillo los guardé,
para en el silencio de mi almohada juntarlos.
Serena la soledad me acogió, pero ella sabía que nada lograba,
pues lo que yo quería, deseaba, era un ser que me abrazara.
Ahora después de muchas lunas, de pocos soles, cada vez son menos mis temores,
pero cada vez que esa noche de tristeza y frialdad penetra en mi ventana al despertar,
recuerdo que estoy sin ese ser sinónimo de felicidad.
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